¿QUÉ HARÍA CRISTO EN MI BARRIO?
Continuando con las Reflexiones en torno al año Eucaristico, que estamos viviendo, el Padre Ramón nos hace llegar esta Reflexión, que quiere la disciernan y trabajen en sus barrios, así como en Junio nos compartió “Que haría Cristo en mi familia?, este mes de Julio nos comparte ¿Que haría Cristo en mi barrio? y puedan responder con las preguntas del final. Todos debemos ser parte de nuestra propia realidad de un cambio social desde la mirada de Cristo, en nuestras familias y en nuestros barrios.
“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. 16-19
Lo primero que podemos decir es que él vivió treinta años como uno más del barrio Nazaret. Lo más largo de su vida fue este compartir con la familia y los vecinos de su barrio. Su vida de predicación fue cerca de tres años. Los otros treinta vivió con su familia y en su barrio. Iba los sábados a la sinagoga como dice el Evangelio. Hacía sus trabajos de carpintería a los vecinos. Se encontraba con ellos en el pozo del agua. Iba a buscar leña para cocinar, etc.
“Palestina y Nazaret en particular se dividían en tres estratos sociales: los aristócratas: grupo formado por la nobleza sacerdotal y los miembros de la familia sacerdotal y también los grandes terratenientes. La vida de este grupo era de un lujo insultante. Junto a este grupo había una clase media muy corta: eran pequeños comerciantes y artesanos que llevaban una vida desasosegada. Venía después la enorme masa de los pobres que, ciertamente, sobrepasaba el 90 por ciento de la población” (P. José Luis Martín Descalzo). Había muchos enfermos que caminaban por las calles (no había hospitales) ni ninguna organización para socorrer a los necesitados. Jesús asumió esta realidad, la vivió a fondo. No se arrancó, se encarnó en la historia concreta de su país y de su barrio Nazaret.
En ese barrio lleno de odio por la ocupación y los impuestos de Roma y las injusticias sociales. En esta realidad de pobreza él entró con el Amor de Dios, haciéndose uno de tantos (Flp 2). No se hizo a un lado, no se corrió sino que se integró y vivió esta realidad. Un Padre de la Iglesia dice que lo que no se asume no se redime. Miró con los ojos del Padre esa realidad y la vio como ovejas que no tienen pastor. Durante treinta años se preparó conociendo la gente, las costumbres, los trabajos, la vida de sus paisanos.
Hoy estamos llamados a hacer lo mismo en nuestros barrios, con nuestros vecinos. Nos invita el Señor a ser parte de nuestros barrios, a asumir nuestra realidad. A participar en la junta de vecinos, en el club de futbol, en el grupo de adulto mayor. Vivir preocupados por los que son ancianos o postrados.
La santidad tiene que ser concreta, vivida en nuestras casas, en nuestros barrios. Leamos lo que nos dice el Papa Francisco: “Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una creatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?[82]Gaudete 98.
Por eso en Chile el Papa nos dijo: ¡Sembrar la paz a golpe de proximidad, de vecindad! A golpe de salir de casa y mirar rostros, de ir al encuentro de aquel que lo está pasando mal, que no ha sido tratado como persona, como un digno hijo de esta tierra. Esta es la única manera que tenemos de tejer un futuro de paz, de volver a hilar una realidad que se puede deshilachar. El trabajador de la paz sabe que muchas veces es necesario vencer grandes o sutiles mezquindades y ambiciones, que nacen de pretender crecer y «darse un nombre», de tener prestigio a costa de otros. El trabajador de la paz sabe que no alcanza con decir: no le hago mal a nadie, ya que como decía san Alberto Hurtado: «Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien» (Meditación radial, abril 1944).
¿Qué haría Cristo en mi barrio? Además de lo ya dicho es importante en los antiguos y nuevos barrios buscar lugares para Dios aunque no sean capillas como nos dice el Papa : “Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos” EG 73
PREGUNTAS:
1.- ¿Quiero mi barrio, conozco mis vecinos, me preocupo de sus necesidades espirituales y materiales?
2.- La frase tan chilena: Yo no me meto con nadie, yo no le hago mal a nadie ¿qué te dice a ti?
3.- ¿Qué haría Cristo en mi barrio, en mi calle, en mi comuna?